Ya ni siquiera es
miedo a perderte. Tengo
miedo de encontrarte, de encontrarme en vos. De que nos encontremos y empecemos a hablar del colesterol, de la pastilla para la presión (que cada vez está más cara), del colegio del nene, de la paz en el mundo, de que hay que cambiar la lamparita del pasillo, del embotellamiento que no me dejó llegar a tiempo. Tengo
miedo de no llegar a tiempo, de no desnudarnos el uno al otro, de no mirarnos más, de querer. Tengo
miedo de querer, de desilusionarme, de acostumbrarme y acostumbrarte a mí... y no sentir más nada, ni con vos ni con nada. Perder la pasión, bostezar...
Y, sin querer, y con tantos miedos de mochila, te quiero. Y me das
miedo. Tengo
miedo de que estés buscando que yo te quiera para irte lejos, a Indonesia, o a Indochina. Y otra vez temo hablar de radiografías, de la Yoli, del terremoto en Rusia. Quisiera hablar de qué comemos hoy a la noche, nada más. No decirnos nada más, hacernos, el uno al otro construirnos así, como un... no sé. Tengo
miedo de que nos encontremos y empecemos a hablar.
L.S.
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