Los nadies

los hijos de nadie, los dueños de nada.

sábado, 17 de enero de 2009

Secretos


Te acordás? Éramos dos pequeñas, ingenuas, inocentes, crédulas, débiles frente al mundo, frente a nosotras mismas. Ni siquiera pudimos suponer qué era lo que iba a suceder, no nos inquietaba en lo más mínimo, éramos dueñas de una tranquilidad poco usual, casi inhumana. Sin embargo, nos fascinaban las cosas, las flores, los globos, los chocolates que nos compraba papá... te acordás? Ya los recuerdos, a esta altura, son lo más valioso que tenemos, que tengo. Disculpame si te molesta que hable por las dos, siempre fuimos una sola persona, hasta que... bueno, para que mencionártelo, no creo que te olvides de esas cosas. Los recuerdos, todo lo que tengo. De hecho, si estuviésemos frente a un juez, nada de lo que estoy recordando tendría importancia, pero claro... entre nosotras... No fue nada concreto, pero fue extraño, hasta me atrevería a decir que fue desagradable, que fuiste desagradable. No me miraste, fue la primera vez. Quizás porque sabías o intuías que tu mirada te delataba, tus ojos -siempre tan bellos y azules- aquel día eran grises, a punto de desatar una tormenta. Una tormenta de un rencor generado por la envidia acumulada durante tantos años, debo admitir que disimulaste muy bien todos esos años de sol intenso, en los que salíamos a buscar flores para decorar tu casa: no tenías nada, sólo a mí. Yo no tenía demasiadas cosas tampoco, pero ahora me doy cuenta que eran suficientes como para que la tormenta se desate en algún momento. No se desató, porque me amaste -y estoy segura de que todavía me amás, nos amamos, en secreto- y decidiste no mirarme. Ahora, ya tan cerca de la muerte, con tantos años encima, no nos importa la verdad, no le tememos, es lo único que nos queda... y los recuerdos. Es por eso que decidiste marcharte, no? Todavía no llego a comprender del todo el porqué. Hubieses sido una cobarde, por no animarte a nada, por no matarme, por no odiarme -o por odiarme en silencio-, por no gritar. Sin embargo, te fuiste por algo, para no hacer todo eso que acabo de mencionar, que te convertiría en cobarde. Fue un acto de gran valentía también, porque me amabas entonces, y me amas ahora. Tal como yo a tí, como las amigas que fuimos, que somos. Nunca me vas a decir la verdad, lo sé, nunca tuve la esperanza. Sin embargo, quería que supieses que nunca pudiste librarte de mí, de nuestro amor. Hay secretos, escondidos en ciertos recuerdos, que nunca se van a revelar, y es precisamente por eso que nos mantenemos vivas. Esa fue tu decisión.
(L.S.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario